Vivimos buenos tiempos para los
idiotas. Hay una larga lista de espacios mediáticos y sociales tomados por
auténticos ignorantes que ejercen de gurús en materias comunes a todos. Lo
hacen con soltura y les pagan por ello. Pero no hablamos de esos “idiotas”
simples, sino de esos perfectos idiotas. Recuerdo haber leído en una
oportunidad sobre Lo politikoí era antagónico de los intereses privados o
personales (idiotikós). A los hombres que no se interesaban en lo público se
les denominaba idiotes (ciudadanos privados), lo que al final terminó
(de)generando el término “idiota” para referirse a un inculto.
Sería profiláctico denominar como
idiotas a aquellos seres humanos que solo miran su ombligo y sus intereses,
pero en realidad lo que pretendo es hacer apología de la política. Sé que es un
ejercicio suicida en un momento histórico en el que la política está
desprestigiada, prostituida, degradada como la más vil de las ocupaciones.
Puede parecer inútil cuando se habla todo el tiempo de la necesidad de “despolitizar”
los mensajes y los espacios. Pero, realmente, lo suicida es abandonar la
política a una suerte controlada o en manos de mediocres que han ensuciado la
palabra y han desvirtuado su ejercicio. "De esos abundan."
Desde el momento en que vivimos
en sociedad, somos –o deberíamos ser– seres políticos. Uno de los fracasos de
este sistema ha sido el querer convencernos de que la política no es cosa
nuestra, sino de los que pertenecen y viven dentro de un partido político. Una
sociedad política es aquella donde sus integrantes se preocupan por los asuntos
comunes, por lo público. Ciudadanas y ciudadanos que participan de las
decisiones que les atañen, que exigen y fiscalizan, que tienen propuestas y
quieren ser escuchados. Hacer política es participar en el diseño de las obras
publicas o en los presupuestos de nuestra ciudad; es ser activos como vecinos o
en sociedades de padres y representantes de un centro educativo. Hacer política
es manifestarse en la calle, es opinar en público, es participar de una huelga
o denunciar ante la justicia los pequeños –o grandes– hechos de corrupción. Si
no somos políticos no somos ciudadanos.
Por eso son tan peligrosos los
discursos violentos. Ese discurso solo interesa a los fascistas o a los
"Pedro Carreñistas" (disculpen este término, suena feo) y otros
convencidos de que las personas solo somos útiles como parte de una masa, no
como sujetos políticos activos de nuestro entorno. Por eso es tan arriesgado
querer eliminar tantas cosas.
El filósofo Javier Gomá, cuando
desarrolla su teoría de la ejemplaridad de lo público, se lamenta de que los
“mejores ciudadanos” se aparten de la política y dejen el espacio para que esta
sea tomada por seres mediocres. Cuando los mediocres, como ahora, además son
idiotas –es decir, que buscan el interés privado– , estamos condenados al
fracaso. En el tiempo de los idiotas es imprescindible retomar la política para
dignificarla. Ese es el primer paso para superar una crisis que no es económica
sino política (como todo).
Esta Opinión es el preámbulo al
análisis de los resultados electorales de Abril de 2013 en Venezuela, busca
colaborar un poco al entendimiento de lo que debió ser elemental y no a ese
nerviosismo provocado por la violencia. Algunas veces dije, el problema es que
van con muchos sentimientos bonitos a pecar de inocentes, enfrentando así sea
por vía electoral a una pila de malandros con poder político y militar.
Nos vemos cuando tengamos los resultados de la Auditoria, somos seremos y estaremos, siempre dispuesto al mejor de los ejercicios democráticos.